Políticos a la altura del desafío
Mucho se habla respecto de la Revolución 4.0, la importancia de los datos y la necesidad de generar políticas gubernamentales a la altura del desafío, PERO, si hacemos el doble click en ellas, nos encontraremos con lo mismo de siempre, mucho se habla, poco se sabe y menos se entiende.
Las revoluciones o eras a las que nos referimos no nacen desde una evolución o crecimiento pensado o meditado de las sociedades; surgen entre otros factores, de las crisis culturales, sociales y económicas que estas viven.
La actual era de los datos, de la internet o del conocimiento, como quiera Ud. llamarla, nace como consecuencia de la evolución exponencial (ley de Moore) que ha experimentado la tecnología en las últimas décadas (1990 en adelante). Pero la duda es, como sociedad, ¿Chile está preparado para abordar el desafío?. Lamentablemente, a menos que ocurra algo increíblemente inesperado, la respuesta es un rotundo NO.
¿Por qué?, se preguntará el lector lo categórico de la respuesta del suscrito. Es cosa de analizar un par de datos, mirar, ni siquiera con lupa, la calidad y visión cortoplacista de nuestros políticos para darnos cuentas que vamos caminando mientras el tren bala de la tecnología ya partió hace un rato.
Si bien contamos con un Ministerio de Ciencia y Tecnología, no se ve una clara orientación al desarrollo del capital humano basado en el conocimiento de dichas tecnologías, que busque situar a los ciudadanos del país a la vanguardia, al menos de Latinoamérica, en el conocimiento y desarrollo de la era digital. Más allá de concursos públicos, políticas sobre diversas materias (el papel aguanta todo), no se ven directrices que nos lleven a un conocimiento y desarrollo claro en materia de tecnología, ciberseguridad y programación.
La educación pública en Ciberseguridad es prácticamente inexistente, la brecha digital ya casi es un agujero negro y no se ve de qué manera pretenden implementar directrices que cambien el rumbo o visión sobre el uso de la tecnología.
La tecnología es neutra, ni buena ni mala, pero si algo tiene es su eficiencia. Países como Irlanda quien creció exponencialmente en lo económico cuando giró hacía lo tecnológico o Israel que cuenta con una startup por cada 1.844 habitantes, tiene la mayor concentración de innovación e iniciativa empresarial del mundo, les interesa precisamente aquello, implementar tecnología con el objeto de que la economía, salud, agricultura y todo lo que gira en torno a la sociedad, se torne eficiente y mejore la calidad de vida de sus ciudadanos.
Nos preocupamos desde el punto de vista del avance de la tecnología en la sociedad respecto de los supuestos riesgos que acarrea la Inteligencia Artificial sin conocer como ésta se implementa, para qué sirve y cómo podemos usarla para liberarnos de tareas que son mecánicas y que en definitiva nos llevarán a tener una mejor calidad de vida.
Hoy el foco de las políticas de gobierno en materia tecnológica, de ciberseguridad y de inteligencia artificial, por nombrar algunas, no está donde corresponde, en el horizonte se vislumbra un tsunami tecnológico y al parecer, arrasará con nosotros.
La visión política, por sobre todo la Latinoamérica, es de corto plazo, a cuatro años, de peleas chicas y SIEMPRE busca el beneficio de la clase política y empresarial que pretende imponerla sobre el resto.
Para muestra un botón. Se indica que uno de los temas más relevantes de la Revolución Digital 4.0 son los Datos, y resulta ser que nuestra actual ley es del año 1999, como diría un abogado litigante “no más preguntas su señoría”.
Como punto de partida, se deben implementar políticas y medidas, públicas y privadas, que culturicen al ciudadano respecto del uso correcto de la tecnología. Impulsar cursos y carreras a nivel de educación básica, media y universitaria que cuenten con profesionales de excelencia, tanto de quienes las impartan, así como el contenido que en ellas se entrega. Incentivos tributarios y económicos a las empresas cuyo giro es el tecnológico y que puedan acceder a beneficios para sus trabajadores en cuanto a mejora continua y capacitación.
La riqueza, para poder repartirla, primero hay que crearla. Subiendo el sueldo básico, estableciendo jornadas más cortas, sin vislumbrar que dichos trabajos puede que ni siquiera existan en el corto plazo, no generaremos riqueza como país. Como bien señaló William Gibson “el futuro ya está aquí, pero lo que pasa es que no está bien distribuido”. Por cierto, nuestra clase política nada está haciendo para mejorarlo.