En columna anterior traté sobre la brecha legal que existía entre la Tecnología y los Servicios, de como la tecnología se posiciona sin preguntar, simplemente llega y, del como la legislación intenta a su propio ritmo regularla.
La inteligencia artificial (IA) y su aplicación al Derecho es algo que se viene discutiendo ya hace un tiempo y por cierto la discusión sobre los problemas que generaría tal aplicación, no se han quedado atrás.
Mucho se nos critica a los abogados que donde existe una posible solución, vemos un problema, tal vez es aquella deformación profesional que nos hace ser siempre y, ante todo, el abogado del diablo, pero sin duda, la aplicación que ha tenido a la fecha en algunas áreas del Derecho, nos hace ver la luz frente a temas que pueden ser más bien administrativos y que se confunden con el rol o labor del Abogado.
Hoy nos enfrentamos a la Inteligencia Artificial del Derecho, lo que en definitiva decanta en lo que se ha denominado “Inteligencia Artificial Jurídica”, que podemos definir como un conjunto de herramientas implementadas a través del diseño de Inteligencia Artificial con el objeto de automatizar diversas tareas jurídicas, asumir los desafíos e implicancias que conlleva dicha adaptación al pensamiento jurídico y cuales serían sus efectos tanto sobre los procesos racionales que utiliza el abogado y la justicia, así como en la implementación de tareas de la profesión que pueden ser catalogadas como “rutinarias”.
Siempre visualizando las mejoras que puede traer la Inteligencia Artificial en el ámbito legal, podemos encontrar las siguientes:
– La IA puede procesar gran cantidad de datos en un periodo mínimo de tiempo, todo lo cual puede ser de ayuda para preparar casos, negociaciones o procesos de manera más eficiente por parte del abogado;
– La información es poder y al tener a través de la IA una mayor cantidad de información procesada, es posible tomar decisiones más informadas y, por ende, mejores;
– Lo anterior trae ahorro de tiempo, recursos y en definitiva, dinero al cliente final;
– Al poder generar servicios más eficientes e informados, podrían muchos de estos, a través de la ayuda de IA, paquetizarce y llegar a un mayor número de clientes que aquellos que tiene un abogado en actualidad que no usa IA;
– Unido al punto anterior, organizar grandes bases de datos a través de Big Data que permita llegar a un universo mayor de clientes, determinando de manera más precisa, quienes son mi público objetivo;
– Hoy contamos con normas que cuentan con distintas reformas y que muchas veces abarcan más de un texto legal al cual se aplica tal modificación, por lo que a través de la IA podríamos clasificarlos, analizarlos y estar permanentemente actualizados;
– En materia contractual permitiría determinar los errores en citas y aplicaciones de normas a cláusulas en particular, pudiendo así deslindar de mejor forma los derechos y obligaciones de las partes, así como la responsabilidad civil contractual que cada una de ellas tenga en la suscripción de este.
Ahora bien, en cuanto a la justicia y como se ha aplicado la IA en la dictación de sentencias, podemos destacar lo que se ha denominado como los sistemas de análisis predictivos, particularmente aplicada a sistemas anglosajones que basan su toma de decisiones en base a la jurisprudencia. Se han diseñado herramientas basadas en las tendencias y patrones de conductas de los jueces y tribunales, aplicando minería de datos que combina Big Data, necesarias para la gestión y procesamiento de grandes cantidades de información, aprendizaje automatizado y modelos estadísticos. Ya a comienzos del año 2000 se implementó un algoritmo diseñado para predecir las decisiones de la Corte Suprema de Estados Unidos, basado en los votos individuales de los nueve jueces que la componen, así como el veredicto al cual llegaron, tomando diversas variables, tales como área del derecho, tipo de demandante, tipo de demandado, circuito federal del cual procedía el caso, entre otros. De los 78 asuntos revisados por la Corte Suprema, el algoritmo predijo correctamente el 75% de sus decisiones y el 66,7% de los votos individuales de sus magistrados, mientras que el grado de acierto de los expertos fue del 59% y 67,9% respectivamente.
En países como China ya utilizan inteligencia artificial para resolver los procesos y en ellos, los asistentes de IA se usan para revisar pruebas, verificar información y hasta para predecir sentencias.
Lejos parecía estar de lo que nos presentó en el año 2002, la película “Minority Report” dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Tom Cruise, en donde a través de la unidad “Precrimen”, de acuerdo con lo que predecían los Psíquicos Precognitivios podían detener a una persona y condenarla, antes que cometiera el delito. Un modelo diseñado a través de IA y el reconocimiento facial ha sido implementado en países como Inglaterra, pero ha tenido que ser retirado o revisado dado que ha señalado como posibles delincuentes a personas por su color de piel o raza. Lo anterior es solo resultado de los sesgos algorítmicos y de quienes fueron los programadores.
En relación a la Justicia Chilena, claramente sería de gran ayuda la implementación de la
IA, no al nivel del estudio realizado en la Corte Suprema de Estados Unidos o como lo aplica China,
pero para comenzar, en cuestiones básicas como la notificación de los litigantes en un proceso,
cuestión que hoy se realiza de manera arcaica, lenta y costosa y que podría ser eficientada a través
del uso de correos electrónicos, validación mediante token o de la clave única del litigante; o bien
la obtención de medios de prueba que se aportan al proceso que, tanto en la justicia penal, civil o
familia tardan meses en llegar, como oficios respecto de instituciones públicas tales como Servicio
de Impuestos Internos, o bien privados como de las Isapres u otros, todo lo cual acortaría los
plazos de tramitación de los procesos y traería aparejado eficiencia y un menor costo en el uso del
factor humano, es decir, de jueces y funcionarios de tribunales. En otros casos incluso podrían
automatizarse los procesos, como en el cobro de multas y ciertos procesos ejecutivos en los cuales
no conlleva aplicación exhaustiva de la justicia por parte del ser humano, sino que obedece al
cumplimiento o no de ciertas normas netamente objetivas.
Si bien el futuro parece cercano, en materia de IA aún queda mucho por desarrollar y para poder aplicarla a nuestro día a día, en materia tan relevante como es el Derecho y la Justicia, aún se deben establecer parámetros éticos sobre los cuales deberá operar, sobre todo desde el punto de vista de los sesgos algoritmos que pueden afectar la aplicación de la justicia a través de la IA y la protección de datos personales involucrados en el manejo de información sensible de los ciudadanos.
Por ahora, nos quedamos con las 3 leyes de la robótica de Asimov.